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La consideración social de los docentes
Estupendo artículo el que ha escrito Luis Barriocanal, “Confianza en los educadores”, sobre la función de los docentes y la consideración social que merecen, basado en un Estudio internacional sobre capital social (PDF 569 kb). El estudio es interesante y curioso, porque también investiga el entramado de redes sociales en varios países. Lo que pasa es que es difícil creerse del todo la alta consideración que los docentes merecemos en los países que incluye el estudio, España entre ellos. Al menos, no es esto lo que pensamos los docentes que ejercemos en la realidad escolar de todos los días. Generalmente pensamos que no somos suficientemente valorados por la sociedad, y sobre todo por nuestros alumnos y sus padres. ¡Ojalá tuviera razón este estudio!
Si nos ponemos a pensar, son muchas las responsabilidades que recaen sobre el profesorado, quizá demasiadas. Se nos pide que, además de estar bien preparados académicamente, seamos psicólogos, cuidadores, e incluso policías. También ocurre que parte de las funciones que ya no ejercen los curas en la sociedad actual se le pide a los docentes que la ejerzan, sobre todo respecto a su conducta y moral intachables: no podemos, por ejemplo, fumar, tomarnos cañas o ligar con una profesora, al menos en público, porque eso no cuadra con el esquema mental que se hace de nosotros. Por tanto, somos la reserva espiritual de la sociedad, una labor difícil de llevar a cabo, la verdad.
Y es que los docentes somos personas de carne y hueso, o de carne y sangre, como dicen los ingleses. No somos superhombres ni supermujeres (y también nos podemos romper la rodilla ;-). No se puede pedir la ejemplaridad a los profesores cuando otros profesionales dejan mucho que desear y les votamos de vez en cuando. Esos profesionales que tienen el poder real (o representativo, según se mire) son los peor valorados, según el estudio antes aludido, pero son los que cortan el pastel. Nosotros, los docentes, estamos aquí como escaparate o como representantes de una especie en extinción que alguna vez fue respetada y valorada, pero no tenemos poder real, salvo el de poner notas, lo que cada vez resulta más extemporáneo.
Incluye Luis en su artículo algunos casos de personas que guardan un gratísimo recuerdo de profesores que tuvieron en su etapa escolar. Suele suceder que son pocos los docentes que tienen este privilegio, y los demás caen en el más hondo de los olvidos, cuando no en una especie de rencoroso desprecio. Yo también tengo que decir que he tenido alumnos y alumnas que recuerdo con emoción por haberme inspirado en mis clases; alumnos hacendosos y agradecidos con los que resulta fácil dar clases y sacar lo mejor que llevamos dentro. No son pocos, la verdad, pero a veces se olvidan tras el tráfago diario de las clases. Quiero decir con esto que no podemos exigir a los profesores sin exigir también a los estudiantes: somos un colectivo del que tenemos que tirar todos.
En fin, que los docentes hacemos lo que podemos, que ya es mucho. No queremos un respeto ficticio y teórico, sino real, como lo queremos para todos los profesionales. Nuestra labor es atractiva y muy agradecida en el fondo, y a menudo disfrutamos trabajando. No somos mejores ni peores que los demás, pero necesitamos la colaboración de mucha gente con un respeto mutuo, porque nuestro trabajo es un rompecabezas del que ninguna pieza sobra.
Contribución de Javier Escajedo
No puedo dejar de incorporar a este artículo una reflexión realizada en uno de los comentarios por Javier Escajedo. No lo hago porque Javier sea amigo y colaborador, sino para demostrar que los comentarios muchas veces superan a los artículos. No tengo empacho en reconocer que junto a este texto, mi artículo palidece en todos los sentidos. Javier escribe con gran estilo literario, con originalidad y atractivo. Además, su larga experiencia como docente y sus acendrados conocimientos son garantía de la verdad que sustentan sus ideas. Me quito el sombrero, Javier (y me debes un café ;-).
No es la primera vez, ni será la última, que Javier escribe comentarios como éste en blogs educativos. Por ello, Javier es (junto a Lourdes Barroso, otra figura) el máximo exponente de lo que llamo blogmentaristas, es decir, personas que suelen contribuir con su sabiduría a enriquecer los blogs de otras personas escribiendo comentarios.
Comentario de Javier Escajedo
En aquel mi pueblo de los años 60 cuando yo tenía poco más de 10, Lalo, vecino mío y ganadero recio de calada boina hasta las cejas, no “tragaba” para nada aquello de que si él tenía dos vacas y yo ninguna, nos tocaba una vaca a cada uno. Por supuesto ningún tipo de media aritmética o geométrica, desviación típica o estándar, muestra significativa o coeficiente de correlación alguno ejercían en él ninguna influencia quedándose con su “las vacas son mías” en un “impasible el ademán”. Respecto a los estudios estadísticos actuales yo no soy como Lalo, soy peor, porque me cuesta tomar como propios unos resultados hechos desde instancias ajenas… corrijo lo de ajenas y pongo… digamos lejanas.
Las estadísticas gubernamentales, institucionales y otras de carácter social desarrolladas desde organizaciones de “largo alcance” como bancos, ONGs, entornos eclesiales y otro tipo de “cajas de ahorro”, generalmente me desasoiegan por la SuperCompleja presentación técnica de métodos, medios y recursos en contraste con la SuperSimplicidad en la presentación de resultados. Más reservas aún guardo con los elevados costes de este tipo de estudios a cargo de potentes empresas contratadas a tal efecto por los promotores de los mismos, promotores que, quizás por escéptico y desconfiado, yo percibo como…. lejanos decía antes.
Así, en campos como el nuestro, podemos escuchar que 1 de cada 10 niños es un superdotado que pasa desapercibido en los medios escolares, talento pues perdido por no hallado; no sabemos quién es pero sabemos cual es su coeficiente intelectual (cosas de la estadística), por no hablar del aún vivo debate en torno a la inteligencia humana, su naturaleza y medida. Ahora también suena mucho lo de que 1 de cada 8 niños es “hiperactivo”.... también “disruptivo” (un disruptor, en electricidad, es un dispositivo para la ruptura súbita de un circuito eléctrico)... pues eso… parecido en niños pero con enfoque psicopedagógico.
En la escuela de aquel mi pueblo de los 60, que hoy en los 2000 es como todas, era raro escuchar a Don Mariano hablar de estas cosas. Don Mariano era maestro de escuela, corto de talla y mano “larga”, manos hábiles con la tiza de encerado y curtidas con los aperos de cultivo en la huerta de su casa, la casa de los maestros cuando a éstos se les llamaba así, sin más, y en clara distinción de los profesores que eran otro tipo de gentes, sabios estudiosos de complejos asuntos en lugares lejanos allá por institutos y universidades, centros de estudios o investigaciones de “altos vuelos”. Y Don Benceslao, el maestro que me enseñó a leer, paciente y bondadoso, con la mano mas “corta” que Don Mariano que estaba en la clase de al lado. Eran los tiempos de “pasas mas hambre que un maestro de escuela”, cuando no hacía mucho para ejercer de maestro bastaba con un bachiller elemental y un acuerdo municipal.
Las cosas han cambiado mucho, sobre todo material y profesionalmente, pero en lo tocante al “respeto debido”, que dicho así hasta suena mal… hoy, yo juraría que las cosas no han cambiado tanto. Me gustaría que los afectados en este tema, los actuales maestros de escuela, también los otros, profesores de otras etapas educativas y tipos de centros de estudios, dispusiéramos de los medios para el desarrollo y ejecución de este tipo de estudios, según nuestras propias necesidades e intereses, considerando que disponemos de “materia gris” (conocimientos) pero nos falta “materia prima” (dinero… perdón, ¡ qué palabra tan fea ! , subvención… o sea, apoyo institucional).
Como Alejandro suele llamar a este tipo de artículos “Post” y yo quiero dar una simple respuesta “PosPost”, no debo alargarme, así que concluyo con tres apuntes que avalan, a mi entender, que la “cosa” no cambia tanto:
1.- Continúa activa una menor exigencia en la formación académica de los actuales maestros de Primaria, sucedáneos de los anteriores profesores de E.G.B. y herederos de los ya viejos y tan queridos Maestros de Escuela. Ello va acompañado de unas menores condiciones económicas y peores condiciones laborales. O sea, como antes, o sea, como cuando no había estadísticas en la escuela de Don Mariano. Ello, digamos, bajo consenso social, yo diría que también profesional en este mundillo de catedráticos, doctores, profesores investigadores y consoltores, asesores y …. maestros de escuela. Vamos, como en los juegos de médicos y enfermeras pero como sin picardía… vaya.
2.- La autoridad del maestro, en la escuela de mi pueblo, era para mí mayor que la que percibo en mi escuela de hoy. Quizás sea por que hoy no estoy en un pueblo, y cuando visito alguno de los pueblos que hoy quedan, me quedo con la duda a este respecto. Será que los índices de desarrollo afectan de modo distinto a los núcleos urbanos y sus gentes que a los núcleos rurales y sus maestros.
3.- El paralelismo entre las cualificaciones profesionales (diplomaturas – licenciaturas – doctorados) y su desarrollo profesional en medios educativos, institucionales o industriales, es desfavorable respecto a los que ejercemos en los medios educativos. Yo juraría que referido al prestigio social lo mismo, aunque me regalen el oído con lo de “buen profe” y ”¡ qué labor tan trascendental !”.
Por Alejandro Valero en General el 29.04.06 con 9 comentarios
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