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Confesiones de un blogfesor

El blogfesor Confieso que me gustan los números redondos, y ya llevo escritos cincuenta artículos en esta bitácora. Por eso he pensado que ha llegado la hora de la reflexión sobre lo que hago aquí, en este islote de internet desde donde me dirijo a vosotros con la voz de estas palabras escritas. No tengo ningún pecado oculto que confesar, porque en una bitácora todo está a la intemperie, a la vista de cualquiera, así que voy a confesar lo evidente, lo que se puede leer en mi bitácora. Confieso que soy una persona reservada, y no me gusta hablar de mí ni de mis cosas, pero me veo impulsado a ello por las propias características del género.

Confieso que no me ha resultado difícil sacar adelante esta bitácora. Ya en el primer artículo balbuciente dejé expresadas mis intenciones, y creo haberlas cumplido sin demasiado esfuerzo, porque simplemente he dejado constancia de lo que llevo dentro. Mi bitácora es la expresión de algunas inquietudes. No quiero tener mucho que decir, pero lo que digo lo hago con el conocimiento de causa que me proporciona mi experiencia. Llevo ya diez años (otro número redondo) practicando las nuevas tecnologías, principalmente creando páginas web y aplicaciones educativas, y esto se nota en mi bitácora. De aquí surge mi interés por el diseño y la programación para internet, mi apuesta por el software libre y mi amor por las bitácoras como herramienta creativa de formación personal. Confieso que no me gustan las novedades aparatosas, sino las que me abren los ojos a una nueva dimensión de lo que ya conozco. Tengo cierta debilidad por lo antiguo, como los coches y las películas de épocas pasadas, por las cosas aparentemente inservibles que aún atesoran mucho jugo; espero que esto me sirva como contrapeso para no marearme con lo novedoso.

Me gustan especialmente las lenguas, las que habla la gente y las que hablan las máquinas. Confieso que éste fue el motivo principal para empezar a escribir mi bitácora. El lenguaje es el protagonista de internet, por eso me atrajo tanto este medio desde el principio. Lo que escribo bajo la soledad de la noche delante de mi ordenador vuela por las calles de la Web como un papel impulsado por el viento, y de pronto alguien lo recoge y lo hace suyo. Confieso que me atrae esta comunicación espontánea y anónima, porque en ella ponemos lo mejor de nosotros y no pedimos nada a cambio. Pero también en internet se hacen amigos, y este tipo de amistad es algo extraño y a la vez bonito. Nadie está solo en la Red, a pesar de lo que piensen algunos, porque la comunicación fluye por los cuatro costados, y la colaboración de unos con otros es constante. Esto se logra principalmente con el lenguaje coloquial, con la expresión libre y con el humor sincero.

Hay muchos tipos de bitácoras, y a mí me gustan todas las que están bien hechas. La diversidad de ideas y de formas de ser quedan plasmadas en una inmensa variedad que resulta inútil clasificar. Casi podría decir que existen tantos tipos de bitácoras como personas que las hacen. La mía tiene unos artículos un poco largos, porque en ellos incluyo, junto a la noticia o el hecho principal, mi experiencia y mi opinión sobre el tema que trato. En las bitácoras todo tiene que pasar por un filtro interno a manera de horno donde se cocinan los ingredientes para darle nuestra forma deseada. Confieso que no intento estar a la última, y por eso no tengo prisa por publicar mis artículos, que surgen habitualmente tras varios días de evolución interna. Con ellos pretendo informar a la vez que enseñar, igual que yo aprendo con otras bitácoras. No en vano soy profesor, y eso también se nota.

Confieso que en internet le he encontrado a la palabra profesor todo su significado. La Red es el sitio ideal para las personas que absorben todo lo que hay a su alrededor para luego ordenarlo en formas diversas y útiles, y eso es lo que hace un profesor: aprender constantemente para transmitir lo aprendido. Son muchísimos los estímulos que hay en internet, y si logramos no marearnos ante tal avalancha, disfrutaremos como niños. La Web, como todo, tiene sus peligros, pero los profesores debemos acercarla a nuestros estudiantes para que se beneficien de sus muchas ventajas. Esto lo considero fundamental e innegociable. Todavía hay mucho que trabajar en ese ámbito, pero quizá por ello asumo mi responsabilidad en este asunto, y estoy dispuesto a una lucha sin cuartel contra los aguafiestas. En definitiva, internet nos convierte en estudiantes despiertos e inquietos, y promueve en nosotros la comunicación libre.

Otro día hablaré de algunos temas que me he dejado en el teclado. Sólo quiero acabar confesando que hay una contradicción que me persigue desde el principio. A veces me pregunto qué coño hago escribiendo esta bitácora. No sé si a vosotros os pasa lo mismo.

Por Alejandro Valero en Bitácoras el 27.11.05 con 11 comentarios
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