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Vivir sin humos
Hace unos meses dejé de conducir. Mi médico me lo había aconsejado con palabras muy duras: “Si sigues conduciendo,” me dijo, “podrías tener un accidente y ponerte a criar malvas o quedarte con heridas graves para toda la vida. Pero también podrías dañar a personas queridas o que no conoces y que han tenido la mala suerte de cruzarse contigo. Además, seguirás contaminando el planeta y estropeando los pulmones de muchas personas que pasan a tu lado. Por si fuera poco, tu tensión seguirá creciendo, igual que tus deseos de matar a todos los conductores. Cuando subas al coche te creerás importante, y esto generará en ti una contradicción insoportable al llegar al trabajo y ver que nadie te hace ni caso. ¿Es que no te das cuenta de los perjuicios que provocas en ti y en los demás con tu automóvil? ¿Es que no ves que el planeta se va al garete y tus nietos te odiarán por eso? Eres un irresponsable”.
Después de esta perorata, no tuve más remedio que dejar de conducir. Mi médico me puso unos parches de gasolina en el cuerpo para ir tirando, y ya no pude seguir jugando al Grand Theft Auto. Acudí a una terapia donde me mostraban accidentes de carretera en toda su crudeza y catástrofes ambientales producidas por los humos de los coches. No podía soportar tanto desastre, pero me pude dar cuenta de todos los males que crea la conducción, y eso era un buen comienzo.
Los primeros días que estuve sin conducir lo pasé mal. Pero al cabo de tres semanas ya me sentía mejor. Como tenía que andar, mis músculos se fortalecieron y mis pulmones mejoraron su funcionamiento. Era más amable con las personas y las saludaba cuando pasaban a mi lado. Ya no quería matar a ningún peatón, y respiraba muchísimo mejor.
La verdad es que desde entonces ha cambiado mi vida. No digo que no tenga ganas de robar un coche y salir despedido como una bala, pero esos impulsos ya están remitiendo. Me han dicho que los primeros seis meses son los peores, que como vuelva a montar en un coche, aunque sea de la policía, volveré a recaer y ya me resultará más difícil dejar este vicio. Pero de momento sigo empeñado en no volver a conducir, y la voluntad en estos casos es lo más importante.
Moraleja:
Las personas que no fuman se montan en su automóvil con la conciencia tranquila, aprietan el acelerador y salen volando, mientras dejan atrás una espesa capa de humo que mata todo lo que encuentra. ¿Por qué no prohíben conducir en lugares públicos?
Actualizado el 15.05.06
Es uno de los mayores misterios, pero pasa inadvertido: nuestros gobiernos admiten unas muertes pero rechazan otras. O lo que es igual, dividen las muertes en honestas y pecaminosas. Luego distribuyen los fondos según mueras bien o mal. Las razones son siempre disparatadas, pero de aspecto razonable.
Así, por ejemplo, está permitido matarse con el coche. Los miles de muertos que adornan con sus huesos las carreteras, sólo consiguen de vez en cuando una campañita publicitaria que engrasa algún bolsillo desvalido. Las autoridades bostezan.
En cambio está totalmente prohibido matarse a cigarros. Si quieres hacerlo, tendrá que ser en tu casa, como si te inyectaras heroína. Hay cursillos para dejarlo, ayudas médicas, psiquiatras de acompañamiento, enfermeras a domicilio, premios, tómbolas, ferias, circos. Es una muerte muy mal vista por las autoridades.
“Con permiso”, de Félix de Azúa
Por Alejandro Valero en General el 02.01.06 con 35 comentarios
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