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Listillos y pringaos en la enseñanza
Después de leer el artículo de Aníbal de la Torre sobre los millones que se van a gastar en un banco de actividades educativas, y tras acordarme de las quejas que Paco Muñoz vierte a veces en su blog sobre los trabajos que no le ofrecen, se me ha puesto la cara de pringao, como dicen nuestros alumnos. Y es que (también con expresión estudiantil) yo alucino cada vez que veo a docenas de docentes ganar un premio por aquí o un suculento contrato por allí, y resulta que nunca soy yo ninguno de ellos, ni Paco ni Aníbal. Entonces, ¿quiénes serán esos desconocidos docentes que casi sin darnos cuenta sacan beneficio económico de lo que yo saco un gran beneficio espiritual?
Quizá sean los autores de los cientos de artículos teóricos sobre la educación con las nuevas tecnologías que veo cuando recorro la blogosfera educativa. Siempre me pregunto si ese autor o esa autora da clases de verdad todos los días a quince ilusionados jovencitos que trabajan frente a un ordenador medio averiado intentando aprender las claves de la nueva sociedad (y también esperando a que el profe no mire para seguir escribiendo en su mesenyer, ¿por qué no? Así aprenden para cuando trabajen en una oficina y el jefe se despiste). Además, ¿cuántos de esos teóricos tienen su bitácora, o realizan webquests para sus alumnos? Porque yo no los veo por las calles de la blogosfera charlando con la gente o colaborando con su presencia.
Supongo que a este gran banco de actividades educativas del que habla Aníbal contribuirán también docentes liberados de dar clase o incluso personas que hace ya muchos años que no pisan un aula, y que saben mucho de ordenadores y de software. Pero, como apunta Aníbal en su artículo, quizá lo único que hagan será traducir los libros de texto en forma de animaciones y presentaciones de rigor, olvidándose de las características más importantes de la enseñanza en Red, como son el trabajo en colaboración, la creación de conocimiento compartido o la expresión creativa en libertad. Todo eso que algunos procuramos hacer mojándonos en el océano de la Web y diseñando actividades para que profesores y estudiantes participen de pleno derecho en la nueva Internet. Esto lo explica muy bien Aníbal en su artículo:
NO podemos pretender que el profesional de la docencia, que lleva abriendo el libro de texto por la página 48 durante 20 años y fotocopiando los ejercicios cuya solución se sabe de memoria por orden numérico, pueda en un par de años pasar a desarrollar procesos en los que sus alumnos sean capaz de construir su conocimiento de forma colaborativa con el uso de Internet.
Recuerdo que una vez Paco Muñoz se quejaba en su blog de que unos afortunados docentes habían ganado un buen premio con materiales que Paco y otros habían elaborado, y ni siquiera lo nombraban en los créditos. Ahora se está creando este gran repositorio educativo para las nuevas tecnologías al que le han insuflado una gran cantidad de millones, que supongo irán a parar a manos de los listillos de siempre. Espero al menos que nos nombren si sacan algo de nuestro trabajo en la Red; y, bueno, si nos invitan a unas tapitas, mejor que mejor.
Todo esto también me recuerda el trabajo agotador que muchos realizamos en nuestros centros educativos para ir introduciendo las nuevas tecnologías en el ámbito educativo a pesar de los pesares. Allí estamos todo el día pegándonos con los ordenadores para sacar algo productivo de ellos y para que los estudiantes tengan una dosis, aunque sea mínima, de esa nueva enseñanza que algún día llegará y que les preparará para conseguir unos conocimientos de absoluta necesidad en el futuro. Pero también aquí los docentes somos mano de obra gratuita, mientras las autoridades educativas siguen preocupadas por el qué dirán de las negativas valoraciones que se ofrecen de la enseñanza en España.
Pero no creáis que nos mueve la codicia. La prueba de que hacemos esto por amor al arte y a la enseñanza es que seguimos haciéndolo casi sin protestar, porque no nos interesa el dinero. Ahora bien, cuando caemos en la cuenta de que otros se forran con la mitad de lo que hacemos nosotros, entonces es cuando se nos pone la cara de pringaos. Nos queda el consuelo de que a lo mejor algún día nos santificarán en los altares de la nueva sociedad del conocimiento, pero ya será tarde para nosotros, porque nos habremos jubilado del trabajo o de la vida con lo que nos corresponda, que no será mucho en euros, aunque sí en satisfacción personal. Y seguro que nos habremos ganado el Cielo (virtual).
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Nota: La imagen que ilustra este artículo es la figura de Prometeo. Si leéis la historia de este mito en la Wikipedia encontraréis semejanzas con lo que cuento.
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Por Alejandro Valero en Bitácoras el 24.09.06 con 33 comentarios
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