Internet y los libros

Ya ha empezado la Feria del libro de Madrid. Durante un par de semanas se llenará de gente el espacio reservado para los libros en el Parque del Retiro, y muchos creerán que la cultura sigue viva simplemente por el hecho de que acudan cientos de miles de personas a ese encuentro anual. Pero lo que verdaderamente encontramos en esta feria es la banalización de un producto expuesto como la fruta o la verdura en un mercado, un producto de consumo que se lleva por delante millones de árboles sin pedir permiso y que convive junto a la miseria intelectual más evidente. La feria del libro nos demuestra además la resistencia del mundo de la cultura a renovarse con las nuevas tecnologías, como si los libros fueran objetos intocables, y los empresarios del sector parecieran comerciantes medievales que exponen su producto en casetas que no se rinden ante la lluvia pertinaz y el calor sofocante que se alternan en estas fechas.

Feria del Libro de Madrid
Feria del Libro de Madrid (Foto del CNICE)

El libro, una reliquia del pasado

Los libros son hermosos, eso nadie lo duda, y cada uno encierra un misterio distinto y profundo. Pero ese misterio lo dan las palabras o las imágenes que llevan dentro, no el material donde quedan impresas y ordenadas por páginas. Los libros tienen tres pegas: son caros, ocupan mucho lugar y su fabricación consume grandes cantidades de bosques, lo que ya de por sí es dramático, porque supone que el conocimiento o el placer que los libros producen se hace a costa de destruir nuestro planeta, y esto supone un sinsentido. Los libros son la reliquia de un pasado en que constituían un producto escaso que sólo utilizaban unas minorías selectas, en una época en que no suponían un gasto desmesurado de materia prima. Pero ahora el libro participa de la sociedad de consumo y ha adquirido los mismos defectos que otros productos que consumimos a diario.

El libro es caro y ocupa lugar

El libro es caro si tenemos en cuenta que el verdadero lector lee mucho, como no puede ser de otra forma. La adquisición de conocimientos no se logra leyendo un libro al mes, sino leyendo de forma continua y habitual como quien come tres veces al día. Un buen lector puede leer uno o dos libros al día, o tres a la semana, da igual, pero no uno al mes, y esto cuesta dinero. Pero ¿quién puede comprarse todos estos libros? ¿Y quién puede guardarlos en su casa de ochenta metros cuadrados? Casi nadie. Por lo tanto, los libros son caros en este sentido y suponen una molestia para quien los acumula en su casa. El que considere que es más caro ir al cine, no se da cuenta de que al cine no se va tres veces a la semana, y generalmente se va por distracción, no por adquirir cultura y conocimientos. Por eso, no se puede decir que los libros no son caros comparados con otros productos de consumo, porque al decir esto no se los considera como un producto de primera necesidad.

Las bibliotecas públicas podrían ser una buena solución si existieran, es decir, si fueran abundantes y estuvieran bien surtidas, pero la realidad es otra. Así que sólo queda ser rico, pero entonces a lo mejor nos da por viajar y asistir a reuniones de gente importante, y ya no tenemos tiempo para leer. Para leer en el sentido profundo, es decir, para desarrollar nuestro intelecto y también nuestra sensibilidad, y para poder ser críticos ante la sociedad en la que vivimos de manera que no nos engañen con cuentos. Ahora bien, si queremos leer para pasar el rato, entonces no hay que preocuparse mucho, y este artículo sobra.

La nueva sociedad del conocimiento

La única solución posible la veo yo en la nueva sociedad de la colaboración y del conocimiento que se supone está emergiendo con las herramientas que nos proporcionan las nuevas tecnologías. Es decir, internet, para entendernos. Con la Red, muchos de estos problemas podrían solucionarse, pues tendríamos libros enteros digitalizados a nuestra disposición en bibliotecas virtuales, que leeríamos en el ordenador o en aparatos especiales para una lectura cómoda. Esto ya existe, es verdad, pero no está lo suficientemente desarrollado.

Si ahora alguien quiere realizar un estudio de cierta envergadura, tiene que comprar libros, porque en la Red no tiene suficiente bibliografía, o tiene que ser universitario o investigador para poder tener acceso a muchos libros. Pero si algunos de mis lectores, que son principalmente profesores y alumnos de enseñanza primaria y secundaria, quisieran, por ejemplo, hacer un estudio sobre literatura inglesa contemporánea, ¿qué harían? Quedarse con las ganas, porque los presupuestos que manejamos en los centros docentes no dan para casi nada.

Por eso hay que dotar a internet de los contenidos necesarios para que cualquiera pueda leer y aprender hasta saciarse. Naturalmente, esto choca con los derechos de autor y con la inercia de creer que el conocimiento hay que pagarlo, y que por tanto sigue siendo un coto de los más pudientes. En la nueva sociedad de la información, los conocimientos se comparten y se ponen a disposición de todos, no se encierran en los libros y se venden en los mercados.

Actualización del 12.06.06

Me sorprendo al encontrar en eCuaderno un artículo titulado “Libros de papel y libros digitales”, en el que Juan José García Noblejas, el autor de la anotación en el blog de José Luis Orihuela, se hace eco de un artículo, “Books will disappear. Print is where words go to die”, aparecido en Guardian Unlimited que trata del mismo asunto que el mío y que ofrece unos argumentos parecidos.

Juan José García Noblejas no está de acuerdo con que el libro tenga que desaparecer, y ofrece opiniones de escritores famosos a favor de la vigencia del libro como tal. Pero no está de más traducir algunas de las afirmaciones que se pueden leer en el artículo de Guardian Unlimited, y después cada cual que reflexione sobre este interesante asunto.

El libro es un medio anticuado para comunicar información. Y gracias a una internet conectada y en la que se pueden realizar búsquedas, los libros podrían dar mucho más de sí. Pero los esfuerzos por actualizar los libros se ven obstaculizados porque, culturalmente hablando, reverenciamos en demasía la forma por la forma misma.

Los libros están congelados en el tiempo, pero en forma digital, pueden vivir en ediciones infinitas. Parcos en notas y en bibliografía, los libros tienen poca relación con recursos y bases de datos derivadas. Conectados a internet, el sencillo enlace resuelve este problema.

Tenemos que superar la idea de que los medios de emisión son siempre superiores al diálogo. Tenemos que superar nuestra cultura unidireccional. Aunque rindamos culto al libro con sus limitaciones presentes, no podemos reinventarlo. El libro ha muerto. ¡Vivan los libros!

Enlaces de interés

Texto de Alejandro Valero - 30.05.06

URL del artículo: http://fresno.pntic.mec.es/avaler3/?id=internet-y-los-libros

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